EL BOSQUE ENCANTADO A fin de siglo, �d�nde estamos? Los poetas, por fortuna, todav�a tienen preguntas. La naturaleza y la civilizaci�n siguen siendo fuentes de asombro. A pesar de toda el agua (contaminada) que ha pasado bajo los puentes. Carlos Johnson dice lo suyo eludiendo vendas de pl�stico. Desde "el milenio de cuarzo" que nos llega, el poeta prefiere comunicarse directamente con el mar y las estrellas. �l y la naturaleza, sin intermediarios. Tal vez en la b�squeda de un refugio c�smico. Lejos del poema ...
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EL BOSQUE ENCANTADO A fin de siglo, �d�nde estamos? Los poetas, por fortuna, todav�a tienen preguntas. La naturaleza y la civilizaci�n siguen siendo fuentes de asombro. A pesar de toda el agua (contaminada) que ha pasado bajo los puentes. Carlos Johnson dice lo suyo eludiendo vendas de pl�stico. Desde "el milenio de cuarzo" que nos llega, el poeta prefiere comunicarse directamente con el mar y las estrellas. �l y la naturaleza, sin intermediarios. Tal vez en la b�squeda de un refugio c�smico. Lejos del poema de tesis, pero inscrito en una escritura de fuerza �tica, Johnson comparte su mirada pase�ndonos por textos donde comparte la experiencia de sus apuntes de caminatas, la observaci�n, la contemplaci�n del poeta que, como un pescador de poes�a, la busca en un mundo hostil. Este poeta no renuncia a la poes�a de la "belleza" ni a la b�squeda de las "im�genes puras", desde una filosof�a basada en la verdad, el placer, la libertad y el extrav�o. Sin embargo, a pesar de los sue�os y deseos, no puede dejar de observar y sentir la perturbadora sociedad que contamina el para�so. En este mundo hay una espera sin tiempo / que mes a mes / no llena ni los calcetines y un pan de amor que busca repartirse en los cerros poblados de ni�os pobres. La sucia realidad empa�a el poema en colores que quisiera hacer el poeta. Esa tensi�n entre la ingenuidad y la lucidez cruza el bosque encantado donde se libra una lucha entre el candor y el escepticismo, entre la ilusi�n y el desencanto, entre la porfiada esperanza y la acechante decepci�n. Metaf�ricamente al libro lo cruza un poema-carretera multidireccional que se estira como una columna sensible, que recoge y lleva la humanidad que la recorre. Sus golpes y caricias. Sus intervenciones. La carretera, como una ra�z, es la extensi�n de la naturaleza, una mano que se extiende, que se crispa al sentir la brea que ser� la costra que pisar�n los caminantes (y el queltehue no entiende por qu� / han venido a invadir sus terrenos). En ella, como en el conjunto del poemario, los elementos de la naturaleza se mezclan y revolotean: auroras de agua, lecho de lluvias, hombres de fuego, caricias de aire, olas de viento, canto del alma en el mar, im�genes de un libro que quisiera ser canto. Un canto de paz. Un bosque encantado, una imagen de amor que atraviesa / el firmamento desnudando la miseria / del mercado. La realidad ineludible. Libro luminoso, de poes�a amorosa y humanista, que ilumina su propia precariedad: el deseo de un encantamiento total que resulta imposible. La naturaleza se encanta, el hombre se desencanta. En esa contradicci�n, resisti�ndose al desencanto, Carlos Johnson pinta un bosque con hojas verdes y vitales cuyo destino de hojarascas tambi�n est� escrito. Jorge Montealegre I.
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